El difícil oficio del narrador

egresamos al punto uno. Tan lamentable es el papel del protagonista arrastrado por las inexorables garras del destino como el del superhombre que causa admiración allá por donde pasa. ¿Y qué decir de ese narrador que hace y deshace a su antojo, del que se luce aireando lo que piensa cada personaje, o del tramposo que oculta cuanto sea preciso para alimentar el mal llamado factor sorpresa?

Mi narrador oculta su nombre, ¿cuál es el motivo? No lo sé, tal vez quiera despejar desde el comienzo cualquier veleidad de héroe. No es un indigente, pero como tiene serios problemas económicos se ve obligado a aceptar un trabajo venenoso. Tampoco es un canalla, y sin embargo sus actos demuestran a veces una ruindad manifiesta. Aspira a ejercer de historiador aunque, como muy bien le dice Carmen a la cara, carece de trayectoria en el campo de la investigación. Y no obstante lo es, malgré tout.

Se deja el pellejo tratando de descubrir las claves fundamentales, aun cuando lo haga por mera intuición. Pero no logra desentrañar el enigma. Cierra la investigación con el amargo sabor de la derrota y, no obstante, dejará sin saberlo una herencia que lo consiga.

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