l carácter histórico de Allí donde el silencio no se traduce únicamente en situar unos hechos en un contexto realista perteneciente al pasado. Es verdad que lo respeta, y en ese sentido fui tan obsesivo que incluso llegué a consultar qué tiempo hacía en una determinada localidad en un determinado día de un año lejano.
Pero la historicidad de la novela va mucho más allá, pues pretende reclamar la atención del lector, y de la sociedad por extensión, sobre la infamia de quienes no se conformaron con ejercer la brutalidad para lograr un fin político, y no precisamente en las trincheras, sino en la retaguardia, porque continuaron ejerciéndola para satisfacer su deseo de posesión de bienes y de personas.
Bruno Ibáñez fue un individuo de carne y hueso. Tuve que posponer su fecha de nacimiento doce años por exigencias del guion. Por lo demás, su delirante abuso de poder, el régimen de terror dentro del terror instaurado en Córdoba por Ciriaco Cascajo y Luis Zurdo, y que él llevó hasta extremos inconcebibles, es rigurosamente cierto. De su proclividad al chantaje, al latrocinio, a la coacción, a la violación, al exterminio genocida en suma, dieron testimonio cuando fue posible miles de cordobeses. Y miles fueron las familias que perdieron a uno o varios de sus miembros porque él, con las listas que le llegaban a diario desde los casinos de la ciudad, los mandó ejecutar. La mía fue una de esas familias.
Igualmente veraz fue la violación de Ángela Moreno mediante el encarcelamiento de su padre. El asunto corrió de boca en boca en Córdoba durante varias décadas. De hecho fue mi madre, cuando consideró que yo tenía edad para saberlo, quien me lo contó. Posteriormente Rafael Balsera lo citó varias veces en nuestras conversaciones, e incluso contempló el proyecto de dedicar una de sus obras dramáticas a esta joven desgraciada.
Es ficticio el traslado de Don Bruno, acompañado de Ángela, a Málaga en 1941, aunque es cierta la apertura de una instrucción por un juez militar de Sevilla en esa fecha para conocer el destino de las suscripciones públicas abiertas por él en Córdoba cuatro años antes, instrucción que se cerró sin responsabilidades, claro está. La verdadera muerte de Bruno Ibáñez aconteció treinta años antes que en la novela, pero merecería haber tenido al menos la muerte que tiene en ella.
En cuanto a lo acaecido en la Málaga de la posguerra, puedo decir que está basado también en hechos reales y convenientemente documentados por Encarnación Barranquero.
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