a memoria histórica tiene una deuda pendiente con aquel año fatídico, concretamente con aquellos cuatro días que van del 11 al 14 de marzo. La figura estelar de José María Aznar brilla en el universo de los gobernantes insensatos, obsesionado por hacer de su país una gran potencia, pero es una estrella con la visión nublada por sus propias fantasías: sepultar el territorio de su país bajo edificios fantasmales, ejercer el papel de bufón de aquel bufón supremo llamado George W. Bush, jugar a una guerra que nadie quiere y sin sopesar los riesgos que comporta; silenciar, en suma, sus errores mediante mecanismos propios de una dictadura con los cancerberos Acebes y Urdacy.
A Carmen y al narrador les toca representar, en el reducido marco de una habitación de hotel, poco menos que a dentelladas, el esperpento de las dos Españas que se estaba desarrollando en aquellos instantes. Y casi acaban siendo devorados por tanta podredumbre.
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