La tercera vía argumental

a mayor parte de los argumentos son previsibles, sabes de antemano lo que va a suceder, entre otras razones porque el propio autor se prepara el campo: “ve a buscarlo por allí, que yo buscaré por esta parte”, dice el personaje para facilitarle al asesino la muerte de uno de ellos.

Ante esta tradición, que pudo tener sentido en la novela del siglo XIX porque eran otros sus intereses, determinados autores optan por lo imprevisible y elaboran argumentos destinados a sorprendernos a cada momento. El resultado es una sucesión de fuegos de artificio tan inverosímiles que la narración queda sepultada bajo su propia construcción.

Cuando me enfrenté a la escritura de Allí donde el silencio me propuse buscar un cauce alternativo a las dos soluciones anteriores: que el lector no se espere el desenlace de ciertos acontecimientos, pero que una vez que se produzcan y reflexione sobre ellos comprenda que no podía ser de otro modo, que todo apuntaba, aunque no se manifestase explícitamente, a que iban a desembocar en ese hecho.

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